Reflexión 1:
Las personas que cuidan el cuerpo tienen una mejor imagen de sí mismas. Se sienten con más energías, más vivas, más atractivas y más saludables. Y de una mejor imagen corporal surge mayor respeto por uno mismo y una más sana autoestima. Todos los días haz cuando menos una cosa que sea buena para tu cuerpo. Camina o corre un poco, come verduras frescas o fruta, dúchate, lávate el cabello, limpia tus dientes con hilo dental y cepillo, contémplate frente al espejo y gratifícate disfrutando de ti mismo, ponte en contacto con tu propio cuerpo, explórate y acaricia tu piel, encuentra tu atractivo, relájate y libera tensiones.En los medios de comunicación nos intentan vender un determinado modelo de figura corporal. Al no poseer esa figura, muchas personas se angustian. No caigas en la trampa. Recuerda que los gustos de las personas son diferentes, por lo que siempre podemos encontrar a alguien que le guste nuestro cuerpo. Todos podemos ser atractivos para los demás y ser queridos.
Reflexión 3:
Recuerda que la figura corporal es importante cuando no se conoce a las personas, pero no lo es tanto cuando se convive con ellas.
Reflexión 4:
Lo importante no es la mera figura corporal, sino la gracia que se le ponga. Haz que tu cuerpo sea expresivo.
Reflexión 5:
Saber acariciar y ser acariciado, saber dar y recibir placer, se aprende. ¡Practica! No tengas miedo a tocar, abrazar a otras personas, ni a dejarte tocar, ser abrazado. Pero, ¡ojo! nadie tiene derecho a forzarte a ello ni tú a obligar a otros.Aprecia tu cuerpo, siéntete bien. ¿Por qué? Porque te lo mereces. Y aprecia el de los demás, con sus diferentes formas. ¡Porque también se lo merecen!
Nadie es perfecto. Pero si lo pensamos detenidamente, ni siquiera sabemos qué es eso de la perfección. Que la perfección esté sujeta al gusto personal de cada cual ya es, de por sí, paradójico. Así, no existe una única forma de belleza y esto es, sin duda, positivo, aunque no siempre sabemos verlo. Todas las personas contamos con características que nos resultan más satisfactorias y otras más molestas. Pero, a veces, el malestar que nuestros “defectos” conllevan es demasiado difícil de soportar y nos crea problemas. Es en ese momento cuando debemos plantearnos un pacto con nosotros mismos por el que sepamos valorarnos como somos y reconocer que esas características no tan apreciadas pueden ser, a la vez, grandes tesoros o virtudes.
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